domingo, 7 de septiembre de 2014

(en) un microsegundo

Me detuve en ese microsegundo interminable que jugaba con la posibilidad de que se me explotara el corazón como una bomba aparentemente desactivada. Se multiplicaron las escenas, recreándose en historias infinitas, algunas con finales felices y otros, enteramente trágicos. Todo, absolutamente todo se condensó en el microsegundo desgarrador. Los espejos, las calles, los árboles, el cielo, el caos, el dolor y las palabras no dichas jamás. El frío se deslizó por mi espalda blanca y poco firme, mis manos temblorosas y mis dedos ansiando tocar, palpar el amor que estallaba en el microsegundo ilimitado. El perfume de las almas emanaba y los destellos saltando entre las pestañas. La garganta reseca y desgarrada, trago amargo de palabras que no se animan a asomar y la lengua se ríe mientras juega con los dientes que miran los labios sellados de temor. Qué iba a pensar, qué iba a imaginar, el cuerpo hablando casi a los gritos mientras la luz reflectora se plasmaba sobre su figura angelical. Sus manos, quizá, también deseaban hablar; sus piernas temblaban al ritmo de la palpitación exaltada que se conectaba de corazón a corazón. El calor acaparaba nuestros rostros y se fundía en un vivo color que se esparcía como agua de río dulce. El microsegundo ocupando la inmensidad, conectó unas almas desalmadas, desesperadas y desamparadas mientras la brisa como una impresión de escena, olía a sahumerio de sándalo y la magia surgía de una melodía acaramelada.
Se me empaparon las manos, se me empapó el pecho de un miedo aterrorizante y pensé en un tiempo que se extendía en cada abrir y cerrar de ojos. Sentí el vértigo que se siente al caminar por la cornisa y durante todo ese maldito microsegundo, el microsegundo interminable, incalculable e inacabable, un pensamiento se plasmó en mi sien perturbada (atormentada) : "qué hermoso encuentro y qué miedo me da".

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